En su primer viaje a Camboya, se enamoró. En los siguientes, exploró el país y se implicó con ayuda humanitaria. Y en el último, llegó para refugiarse durante una temporada y acabó creando un hogar, un negocio y, sobre todo, una forma de vida. El malagueño Salvador Fernández tiene la primera agencia de viajes de este rincón asiático y cada año guía los pasos de decenas de viajeros españoles entre calles, templos, junglas y arrozales.

Desembarcó en el sudeste asiático en el 92, cuando España vivía la euforia olímpica y algunos estados orientales empezaban a dejar atrás guerras y cruentas dictaduras. Muchas heridas aún abiertas y un largo camino hacia la curación. Hubo primero otros países y no descubrió Camboya hasta el año 2003.  Las ingentes necesidades de su población y la fascinación por su cultura le llevaron de vuelta varias veces con la  maleta llena de material benéfico. El camino ya estaba abonado y solo hizo falta una regulación laboral en la empresa donde trabajaba para abrirle las puertas a una nueva vida. “Era director comercial en una empresa de telecomunicaciones y después de que nos absorbiera una multinacional, vi que el futuro era trabajar sin corazón, sin éxito, porque ya no eres ni un número…”. Pidió la cuenta… y se la dieron. Emprendió el regreso a Camboya consciente, sin quererlo, de que era un viaje sin retorno. Llegaron entonces las visitas de amigos, los recorridos como guía y “cruzando datos” e impresiones, fue diseñando viajes “exclusivos, diferentes”, pero, sobre todo, basados “en auténticas experiencias y a la medida” del público español y de las expectativas del viajero, explica el empresario malagueño. “Nosotros somos todo espíritu, alma, en comparación con otros países, por eso el viaje que nosotros ofrecemos no lo podría hacer, por ejemplo, un alemán, por la diferencia de carácter y gustos”.  “Entendemos el viaje sin tiempos marcados, salvo la llegada y la salida del avión”… Eso lo dice todo. Turismo ad libitum.

Camboya Increíble opera desde Phnom Penh, con el consiguiente abaratamiento y la facilidad de gestión directa, pero tramita los viajes a través de una agencia de viajes española por cuestiones de seguridad y garantía. En grupos de dos a ocho personas, propone una “aventura light” con alojamiento  en hoteles boutique y basada en un recorrido por los cuatro atractivos del país: la ciudad, el campo, los templos y las junglas del sur. A partir de ahí, lo que el viajero sueñe. “El cliente es el que decide y pone el ritmo; nuestro objetivo es que viva Camboya, se enfrente a la naturaleza sin tabúes, se sienta perdido cruzando un campo de arroz en moto, visite aldeas flotantes en barco o pueda sentarse en una aldea con un paisano o un superviviente de los campos de concentración”.

La preparación es tan detallada y ajustada al gusto del cliente que “este tipo de viaje que nosotros hacemos no podría organizarse desde España por las necesidades que supone y por su coste”. Además, la agencia de viajes proporciona desde la llegada todos los servicios y medios necesarios, desde un teléfono para llamar a España hasta un chubasquero o una linterna. “Al turismo no se le puede defraudar. Hay que darle no todo… sino más”, enfatiza Salvador.

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