Aumentar la internacionalización de la empresa española más allá de la mera exportación; diseñar una nueva política industrial para favorecer su crecimiento en el PIB; y constituir un auténtico sistema diplomático de inteligencia económica. Éstas son algunas de las conclusiones y recomendaciones del V Índice Elcano de Riesgos y Oportunidades de la economía española que, periódicamente, esboza el perfil de la inserción económica exterior de España, permitiendo identificar debilidades y mercados potenciales, así como realizar recomendaciones para la acción exterior del gobierno y la sociedad civil.
Diagnóstico y recomendaciones
En la medida en que el alto nivel de endeudamiento de la economía española (y, por consiguiente, la falta de dinamismo de la demanda interna) continuará a lo largo de los próximos años, sería recomendable potenciar todavía más el sector exterior. Más allá de que el propio proceso de devaluación interna que está teniendo lugar desde 2010 vía reducción de salarios y precios está dinamizando las exportaciones españolas, hay espacio para nuevas iniciativas que permitan mejorar todavía más su crecimiento y el tipo de inserción económica que España tiene en la globalización.
No se trata necesariamente de pasar a un modelo como el de Alemania, China o Japón, donde el sector exterior es el principal motor del crecimiento, pero los países que cuentan con un sector exterior dinámico, empresas productivas e internacionalizadas y que no tienen una excesiva dependencia de la financiación externa juegan con ventaja, especialmente en momentos de escasez de crédito y turbulencias en los mercados financieros internacionales.
Líneas de actuación interconectadas
1. Necesidad de diseñar una nueva política industrial destinada a aumentar la participación en el PIB y en el empleo de la producción de manufacturas e inputs industriales intermedios, así como de insertar a la economía española en los eslabones de mayor valor añadido de las cadenas de suministro globales.
Las actuaciones deben concentrarse en la promoción de actividades de I+D, en la formación del capital humano, en el apoyo al emprendimiento empresarial, en los incentivos para la atracción de inversiones, en la reducción de los costes energéticos, en los incentivos fiscales para atraer talento, en la mejora del conocimiento de idiomas en las PYMES y en la mejora y diversificación de las fuentes de financiación para las empresas.
2. Aumentar el tamaño medio de la empresa española. Es la mejor estrategia para incrementar el volumen y el número de empresas exportadoras, así como su productividad. Está ampliamente constatado que cuanto mayor es una empresa mayor es su productividad y más probabilidades tiene de exportar. Esta observación general también es aplicable a las empresas españolas, que cuando alcanzan un determinado tamaño no tienen nada que envidiar (en términos de eficiencia y productividad) a sus homólogas estadounidenses o europeas. Un aspecto clave es que hay que reducir las trabas regulatorias y administrativas que dificultan el crecimiento de las empresas, utilizar la regulación laboral y los incentivos fiscales para facilitar las fusiones y adquisiciones y apoyar financieramente a las PYMES para que puedan aumentar su tamaño mediante la internacionalización.
3. Mejorar la acción económica exterior española, tanto mejorando las iniciativas nacionales como moldeando con más habilidad las europeas. En muchos aspectos, como la negociación de tratados comerciales o de inversión, Bruselas habla en nombre de España, lo que exige influir en las políticas de la Unión para que reflejen mejor los intereses españoles. Por lo tanto, es crucial intensificar los esfuerzos para que España recupere la influencia en Europa que ha perdido con la crisis.
En todo caso, España debe tener presente que la promoción comercial y el apoyo a las empresas para la obtención de grandes contratos de inversión internacionales siguen estando en manos nacionales. Por ello, España tiene que mejorar su diplomacia económica apoyando de forma estratégica a las empresas que quieren abrirse paso en nuevos mercados. Esto requiere constituir un auténtico sistema de inteligencia económica, coordinado al más alto nivel y que permita tanto hacer frente a situaciones imprevistas como construir una relación fluida entre las empresas y la administración que sea mutuamente beneficiosa.
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