Bélgica es conocida por sus innumerables cervecerías, sus exquisitos chocolates y por ser la cuna de Tintín, pero tiene mucho más. Se trata de un país del tamaño de Murcia, donde se hablan 3 idiomas, llueve 300 días al año y, pese a ello, está lleno de terrazas. Además, tiene el mayor número de restaurantes con estrellas Michelin respecto a su tamaño y su plato estrella son las patatas fritas, los gofres y el chocolate. Y la lista no ha hecho más que empezar, algo que demuestra la agencia de turismo Buendía Tours a sus clientes con cada visita.
La empresa, fundada hace 3 años por los españoles José Alonso y Laura García, sumerge a los turistas en la tierra de Audrey Hepburn y Carlos V, les pasea en barca por los canales sin pisar Venecia y les descubre que hay un lago del amor y que en Bruselas está una de las plazas más bonitas del mundo. Para ellos, Bélgica es un ejemplo de arte, historia y arquitectura y su equipo, formado por siete personas, lo trasmite en cada ruta guiada por Bruselas, Gante, Amberes o Brujas.
Para hacerlo cuentan con un experto en marketing y RRPP y una diplomada en Turismo que se ocupan de la gestión, una periodista encargada de las visitas, el social media y los artículos, un historiador, un filósofo y un economista que guían a los clientes a través de las distintas ciudades; y, por último, un verdadero chico para todo diplomado también en Turismo que hace las veces de guía, chófer, relaciones públicas y fotógrafo.
Todo para poder ofrecer un viaje especializado, cercano y diseñado a la medida de los turistas españoles, cansados de las visitas guiadas impersonales y con auriculares en siete idiomas. La fundadora de Buendía Tours, Laura García, mantiene que el turista ha cambiado y no quiere formar parte de un ‘rebaño’: “No busca un viaje, busca una experiencia y nosotros estamos aquí para ofrecérsela”.
Un ejemplo de este nuevo perfil fue un cliente VIP que no tenía demasiado tiempo pero sí muchas ganas de conocer. “Pasamos ocho horas en Bruselas, visitamos todos los museos, monumentos e iglesias visitables y hasta hubo tiempo para una cerveza y unas ‘frites’”, recuerda Laura García.
Pero no se trata sólo de un sector con necesidades específicas, como el idioma o los tours personalizados, sino también de un nicho de dimensiones importantes. Al estudiar los huéspedes de cinco importantes hoteles en temporada alta, Laura y sus socios constataron que había una media de 300 clientes potenciales diarios, una cifra muy elevada que les permitiría especializarse en el sector.
Y ahora, cuatro años después, saben que acertaron, aunque no fuera sencillo dar los primeros pasos. Todos los trámites como contratos, licencias, subvenciones o cuentas bancarias hubo que solucionarlas en otro idioma – francés- y tuvieron que negociar y posicionarse en los distintos hoteles, algo que supuso mucho tiempo y fuerzas. “Aumentas la oferta turística de los alojamientos, les ofreces un servicio especializado para uno de sus principales clientes y les das comisiones, pero sigue siendo una tarea lenta”. Como remarca su fundadora, “en este país aprende uno a tener paciencia: hay una frase que lo define “C’est de Belge”.
Pero a fuerza de tesón, trabajo y constancia, lograron abrirse paso y afianzarse. Ahora sus tours recorren Brujas, Gante, Amberes y Bruselas con visitas diarias, privadas, a pie, con un taller de chocolate o una ruta de la cerveza. Todo ello adaptado a las exigencias del cliente y acomodado a la vida en el país para ofrecer una “experiencia belga” redonda.
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